Hay un lugar en Santiago con vistas a Monte Pío donde las noches de
invierno el viento pega con fuerza en la cara. Hasta allí no se va por
casualidad. Hay que ir de forma premeditada. Es miércoles de madrugada.
Son ya más de las doce y media de una noche en la que la temperatura va
descendiendo hasta los 2,8 grados. Ahí, refugiados de la intemperie por
el saliente de una dársena, duermen al raso más de una veintena de
personas. Cuando agotan los ocho días al mes a los que tienen derecho en
el albergue de transeúntes, esa población fluctuante de personas que no
tienen casa tratan de buscar un lugar. Puede ser «un cuarto por horas»
con calefacción a los pies de un cajero automático u otro más gélido a
la intemperie. Los primeros tienen la ventaja del calor, pero no están
en un lugar escondido. Aunque el segundo es incómodo, está oculto.
Además, no tienen que pasear con los enseres a cuestas todo el día. «No caixeiro de aí ao lado durme un home. Está lendo sempre, teñoo visto na biblioteca. Para aí ou naquel outro de máis arriba», dice la dueña de un local de hostelería de la zona vieja de Compostela.
Foto: personas agolpadas a las puertas de un comedor social.
Fte: extracto de www.lavozdegalicia.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario