El mismo día que El País publicó el retiro dorado de José Luis
Méndez, de 16,5 millones de euros, en noviembre de 2011, su excaja de
ahorros convertida en banco trasladaba a los sindicatos que la obra
social era insostenible, que no había dinero para mantener 93 edificios y
las nóminas de más de 300 personas. Jubilado hacía un año, Méndez había
sido impermeable a las críticas que le llovieron por dejar Caixa
Galicia agujereada a base de excesos inmobiliarios y de una expansión de
oficinas incontrolada, amen de otros delirios de grandeza.
Lo abultadísimo de su plan de pensiones fue el primer gran golpe a la imagen de directivo eficaz y agresivo que había cultivado durante 29 años como director de la financiera coruñesa.
Por si acaso Méndez se ha vuelto esquivo. No se deja ver ni siquiera en los lugares que solía frecuentar, como el Club Financiero. “Se ha dejado barba y se la ha vuelto a cortar”; “se oculta bajo una gorra cuando pasea por Coruña”; “ha cambiado el traje por un chándal”… la rumorología es infinita. Lo cierto es que no le siguen los dos guardaespaldas que lo escoltaban antaño, y que siguieron haciéndolo incluso tras su jubilación, siempre pagados por Caixa Galicia. Porque, pese a los millones de su plan de pensiones, el consejo de administración que le ovacionó en su despedida de hace dos años le regaló 24 meses de seguridad privada. La fundación Claudio San Martín, que lo mantuvo vinculado a la caja después de aquello, continuó proporcionándole secretaria y coche oficial. Las partes implicadas en la fusión (Xunta, Banco de España y Caixanova) entendían que esa era una salida digna tras el veto rotundo del regulador a que participase en la caja única.
Sobre su gestión, quien ha estado con Méndez asegura que está muy tranquilo, no se siente responsable de los platos rotos. Aunque su cara no expresaba lo mismo en la reunión que fue definitiva para convencer a Gayoso de que aceptase la fusión, el 20 de marzo de 2010. Un testigo directo comentó poco después que Méndez “tenía la cara blanca, como la cortina de la habitación”.
Extracto de Méndez y cía publicado en El País. 09 de septiembre de 2012
Lo abultadísimo de su plan de pensiones fue el primer gran golpe a la imagen de directivo eficaz y agresivo que había cultivado durante 29 años como director de la financiera coruñesa.
Por si acaso Méndez se ha vuelto esquivo. No se deja ver ni siquiera en los lugares que solía frecuentar, como el Club Financiero. “Se ha dejado barba y se la ha vuelto a cortar”; “se oculta bajo una gorra cuando pasea por Coruña”; “ha cambiado el traje por un chándal”… la rumorología es infinita. Lo cierto es que no le siguen los dos guardaespaldas que lo escoltaban antaño, y que siguieron haciéndolo incluso tras su jubilación, siempre pagados por Caixa Galicia. Porque, pese a los millones de su plan de pensiones, el consejo de administración que le ovacionó en su despedida de hace dos años le regaló 24 meses de seguridad privada. La fundación Claudio San Martín, que lo mantuvo vinculado a la caja después de aquello, continuó proporcionándole secretaria y coche oficial. Las partes implicadas en la fusión (Xunta, Banco de España y Caixanova) entendían que esa era una salida digna tras el veto rotundo del regulador a que participase en la caja única.
Sobre su gestión, quien ha estado con Méndez asegura que está muy tranquilo, no se siente responsable de los platos rotos. Aunque su cara no expresaba lo mismo en la reunión que fue definitiva para convencer a Gayoso de que aceptase la fusión, el 20 de marzo de 2010. Un testigo directo comentó poco después que Méndez “tenía la cara blanca, como la cortina de la habitación”.
Extracto de Méndez y cía publicado en El País. 09 de septiembre de 2012
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