Tenemos derecho a quejarnos, pero deber de actuar. La llamada crisis, que vivimos en España y otros países desde hace tres años, ha ido creando un clima de queja constante: en los bares, en la prensa, la televisión o internet, y también en muchas manifestaciones, entre las que el 15-m llama la atención. Los motivos para quejarse son evidentes: políticos y funcionarios corruptos, el Gobierno a los pies de Bancos y multinacionales, Universidades que no han formado profesionales ni personas a la altura …por todas partes vemos causas de esta crisis. Pero es un error, muy humano pero muy grande, quedarse en la queja hacia los demás y no ver lo que nosotros tenemos deber de hacer. Vivimos como si las instituciones se hubiesen creado de forma espontánea una mañana, como si siempre hubiesen existido Universidades, o Cajas de Ahorro, o partidos políticos, o sindicatos, y fuesen las personas que han trabajado en ellas las culpables únicas de una situación dramática e injusta. Nos olvidamos de que nosotros tenemos la obligación de contribuir al funcionamiento de estas instituciones, de ser conocedores de su trabajo y de sus efectos, en nuestra vida y en la de todas las personas. Estamos acostumbrados a ir al hospital a que nos curen lo mejor posible sin saber cuánto cuesta esa atención ni cómo se financia; a poner la calefacción sin mirar nada más que la factura que nos va a llegar, a ver lánguidamente africanos que mueren en el Estrecho queriendo venir aquí. Nos hemos dejado acostumbrar a preocuparnos de nuestro trabajo y nuestras compras, a mirar el día a día de lo que tenemos cerca, mientras otros se encargan de organizar la sociedad, de crear leyes, de decidir qué es o no importante y cuándo pueden hacerse cambios. Como los “ninis”, pasamos de todo y nos buscamos la vida.
Dejamos a líderes y expertos que nos hagan esclavos, que nos arrebaten las más hermosas tareas del Hombre, renunciamos a nuestro potencial y cualidades, permitimos que nos hagan los discursos y las modas que luego repetimos como loros creyendo que son nuestros, sin pensar ni comprender de dónde vienen las ideas o las modas, ni a dónde nos llevan. Una pereza y un egoísmo suicidas vacían nuestra vida de sentido, de miles de ricas acciones que podemos realizar por el bien de todos.
La llamada crisis es una buena oportunidad de ver que no es tan difícil, que no nos es indiferente, por ejemplo, saber de dónde sale la jornada de ocho horas, o porqué se han creado y luego eliminado las Cajas de Ahorro.
En todo el mundo, miles de personas nos están demostrando que se puede ser protagonistas de un país, como la Fundación Alameda en Argentina, el movimiento Janadesh en la India o los filipinos que derrocaron al dictador sin usar la violencia.
Podemos aprender de ellos, construir un futuro digno que nos permita una vida más rica y que no nos haga cómplices de una brutal injusticia histórica. No es para listos, ni para poderosos, y miles de personas lo están haciendo. Y es nuestro deber hacerlo…desde hoy mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario