Cuando Hortense Ngbapai era todavía una niña, una
extraña enfermedad comenzó a segar vidas en un área de la selva de
Zaire, ahora República Democrática del Congo. Descubrir qué estaba
ocurriendo se convirtió en el objetivo de un joven microbiólogo belga,
Peter Piot, que viajó hasta aquella remota zona para recoger muestras.
Entonces fue la primera vez que se escuchó hablar del ébola, un virus
bautizado con el nombre de un afluente del gran río Congo. Han pasado 38
años, pero Hortense no ha olvidado aún aquella primera epidemia que ya
entonces acabó con la vida de 280 personas en su país.
«Lo recuerdo perfectamente porque mi padre era
médico y, aunque vivíamos lejos de la zona afectada, causó mucho temor
entre la población. La República Democrática del Congo tiene un tamaño
cinco veces más grande que el de España y el brote fue en una zona del
Ecuador. Entonces pudo controlarse», cuenta desde Vigo, donde vive desde
hace más de treinta años.
«Aquel episodio fue lo que me empujó a estudiar
microbiología», cuenta. Y, aunque las vueltas que da la vida no le
dejaron ejercer, no ha perdido el vínculo con su tierra. Tampoco con la
tragedia que está ocurriendo ahora en países como Liberia, Sierra Leona y
Guinea Conacry, donde el virus ha acabado ya con la vida de 4.447
personas desde que comenzaron los primeros brotes en el mes de enero.
«Cuando hablan de una cantidad como esa es que hay muchos más», explica
Hortense.
A los 21 años dejó el Congo y llegó a Galicia.
«La idea que tenía era hacer un máster para continuar los estudios.
Luego quería volver a mi país, pero no pude por la guerra. Tampoco hice
el máster porque en Vigo únicamente había Biología marina y aquello no
era lo que quería», dice. No pensó en regresar después porque ya en los
noventa estalló la primera guerra del Congo y las cosas comenzaron a
empeorar en esa parte de África en la que había nacido.
Pero desde la Asociación para la Integración y
Desarrollo del Africano (Aida), la oenegé con sede en Vigo que preside,
no ha dejado de seguir lo que está ocurriendo en su continente con el
ébola. «Lo que es triste es que la Organización Mundial de la Salud y la
ONU no hayan comenzado a tomar medidas serias de lucha contra el virus
hasta que no ha infectado a un occidental», dice. Con eso, añade
también, no quiere que sus palabras sean mal interpretadas porque da un
gran valor al trabajo que los religiosos realizan en el continente. Lo
que critica es que no se hayan preocupado por el personal que ha
trabajado con ellos codo a codo, que lo hayan dejado allí. «De haber
sobrevivido a la enfermedad, a estos religiosos no les habría gustado
nada ver lo que les ha ocurrido a las personas con las que han estado»,
explica.
Zona cero
Aunque ahora su país no sea uno de los más
afectados no olvida el dolor que tienen que estar pasando en la zona
cero. Lo que le indigna es que no se haya comenzado a mover la
maquinaria mundial de lucha contra el ébola antes. En este sentido,
explica que esta nueva oleada comenzó a ser denunciada por Médicos sin
Fronteras, Médicos del Mundo y otras oenegés que trabajan en la zona ya
en enero, pero no han hecho ningún caso hasta ahora. «Empezó poco a
poco, pudo atajarse, ahora es muy tarde», dice.
Reino Unido y Estados Unidos han anunciado ahora
que construirán espacios para tratar la enfermedad, pero organizaciones
médicas denuncian que solo un 20 % de la ayuda prometida está llegando.
|
Hortense Ngbapai llegó a Vigo hace tres décadas.
xoán carlos gil |
Lo que está ocurriendo allí -quiere destacar- es
muy grave. «Hubo un caso de un enfermo cuya familia quedó aislada en
casa y acabaron muriendo de hambre porque la gente no quería ir a llevar
alimentos», dice. Todo eso está ocurriendo. Es una realidad. No es
cuento.
* * *
NOS UNIMOS A SU DENUNCIA.
¡SOLIDARIDAD, POR PRINCIPIO!