Su juventud estuvo dedicada a los
libros. Cursó la carrera de Filosofía y Letras, y posteriormente continuó
estudios en Berlín, Munich y Leipzig. Pronto se consagraría como un intelectual
brillante, consiguiendo en 1912 por unanimidad la cátedra de Lógica de la
Universidad Central de Madrid.
En 1913 contrae matrimonio con Dolores Cebrian, profesora de
Ciencias Físicas y Naturales, con la que compartirá el resto de su vida.
Su militancia política la comenzó en la Unión Republicana,
llegando a ser elegido concejal por Toledo, cargo al que renunciará tras
abrazar el ideal socialista. En 1910 tras una conferencia en la casa del Pueblo
de Madrid fue encarcelado en la Modelo. En 1912 ingresaría definitivamente en
la agrupación socialista madrileña, a la que se entregaría desempeñando
múltiples responsabilidades hasta el final de sus días: Concejal por Madrid de
1913 hasta 1939, miembro del Comité Nacional de la UGT y del PSOE, diputado a
Cortes de 1918 a 1936 (con la interrupción de a dictadura de Primo de Rivera)…
En 1917, junto con Andres Saborit, Francisco Largo Caballero, y Daniel Anguiano por la UGT y Salvador Seguí y Ángel
Pestaña por la CNT, tendrá un papel destacadísimo en una de las huelgas más
importantes del movimiento obrero español. Besteiro será el encargado de
redactar el manifiesto y las instrucciones para la Huelga. Por ello fue
juzgado, condenado y encarcelado en Cartagena por un consejo de guerra.
Tras la muerte de Pablo Iglesias, por su fama de honestidad, pasó a ocupar la presidencia del PSOE y la UGT. Durante la dictadura de Primo de Rivera, continuará con su labor política, profundizando y madurando su idea de socialismo. Idea que girará entre la honradez insobornable, la defensa a ultranza de los trabajadores y el entendimiento y la moderación política. Esto le llevará a amargos enfrentamientos con sus compañeros de partido, y posteriormente incluso a ser repudiado por los elementos más sectarios del PSOE. |
Tras proclamarse la II República, Besteiro fue nombrado presidente
de las Cortes, función que encajaba admirablemente en su personalidad imparcial
y honesta, y que, a pesar de la dura época, desempeño con ejemplar escrupulosidad.
Mantuvo su prestigio entre el socialismo y en todo el movimiento obrero, pero
su influencia cada vez era menor. Ya con la salud quebrantada, veía como el
Partido se le iba de las manos, siendo inútiles sus intentos por evitar la
deriva extremista, contemplando como el socialismo español se dividía a muerte
entre prietistas y caballeristas. Rechazó la revolución del 34, y al
estallar la Guerra civil, íntimamente decepcionado con su partido, concentró
sus energías en su tarea de concejal del Ayuntamiento de Madrid, quedándose en
la capital con los obreros, mientras todo el Gobierno de la Republica huía a
Valencia. En estos terribles años de violencia fraticida, frente a la vorágine
de traición, demagogia y disolución que invadió el PSOE, Julián Besteiro con su
silenciamiento publico, su estoica espera, y su fidelidad al pueblo sufriente,
representó la integridad y la conducta moral del verdadero socialismo.
Fracasados los intentos de terminar la Guerra, y horrorizado por
los manejos oscuros de los comunistas, apoyó sin vacilación el golpe
anticomunista preparado por el coronel Casado y la CNT madrileña. Besteiro no
quiso salir de España. Ese mismo hombre, capaz de enfrentarse al todopoderoso
Negrín y al PCE, fue el que no quiso dejar a los madrileños abandonados a su
suerte, y supo compartirla, con dignidad extraordinaria, hasta el final. Para
la historia, con mayúscula, queda su imagen, en un sótano del Ministerio de
Hacienda convertido en improvisado estudio radiofónico, dirigiéndose a los
españoles para pedirles el final de tanta sangre. Estaba tan enfermo que se
pasaba el día acostado en el camastro de un cuartucho vecino. El anarquista
Mera, el coronel Casado y algunos socialistas como Wenceslao Carrillo, el padre
repudiado de Santiago, rodeaban a aquel hombre consumido y angustiado. Franco
fue mezquino con él.
El Tribunal Militar lo condenó a reclusión perpetua. Pero en un
horrible peregrinar cautivo, lo mandaron al penal de Carmona, donde no se daban
las mínimas condiciones para que su quebrantada salud resistiera el cautiverio.
Consiguió ver a su mujer y hasta darle ánimo, mientras su cuerpo se iba
consumiendo hasta fallecer el 27 de agosto de 1940. Si defectos tuvo, si
errores cometió, si no logró nunca su objetivo político, no cabe reprochárselo
sino lamentarlo. Pocos hombres de nuestro siglo han dejado una impronta de
honradez, un marchamo de seriedad, un fin de vida tan digno como Julián
Besteiro en la política nacional. Su mujer, depositaria de este testimonio,
años más tarde ofrecería a la editorial ZYX, formada por militantes cristianos,
los papeles de su marido para ser publicados. No quiso un solo céntimo.
“Si el gobierno tratase de ejercer
coacciones contra los obreros, empleando para ello la fuerza pública y aun la
fuerza del ejército, los trabajadores no iniciarán actos de hostilidad,
tratando de dar a la fuerza armada la sensación de que también está integrada
por elementos trabajadores que sufren la consecuencias de la desastrosa
conducta del régimen imperante. A tal efecto, las masas harán oír los gritos
¡Viva los soldados! ¡Viva el pueblo! (...) Teniendo en cuenta que deben
evitarse actos inútiles de violencia, que no encajan en los propósitos ni se
armonizan con la elevación ideal de las masas proletarias.”
Manifiesto de la huelga de 1917 elaborado por Julián Besteiro
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